miércoles, 25 de marzo de 2015

Novela desde 1939 a 1975 Documentación



La familia de Pascual Duarte    Camilo José Cela




Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variamos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrébol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya. 



Estirao, has matado a mi mujer...
–¡Que era una zorra!
–Que sería lo que fuese, pero tú la has matado. Has deshonrado a mi hermana...
–¡Bien deshonrada estaba cuando yo la cogí!
–¡Deshonrada estaría, pero tú la has hundido! ¿Quieres callarte ya? Me has buscado las vueltas hasta que me encontraste; yo no he querido herirte, yo no quise quebrarte el costillar...
–¡Que sanará algún día, y ese día!
–¿Ese día, qué?
–¡Te pegaré dos tiros igual que a un perro rabioso!
–¡Repara en que te tengo a mi voluntad!
–¡No sabrás tú matarme!
–¿Que no sabré matarte?
–No.
–¿Por qué lo dices? ¡Muy seguro te sientes!
–¡Porque aún no nació el hombre!
Estaba bravo el mozo.
–¿Te quieres marchar ya?
–¡Ya me iré cuando quiera!
–¡Que va a ser ahora mismo!
–¡Devuélveme a la Rosario!
–¡No quiero!
–¡Devuélvemela, que te mato!
–¡Menos matar! ¡Ya vas bien con lo que llevas!
–¿No me la quieres dar?
–¡No!
El Estirao, haciendo un esfuerzo supremo, intentó echarme a un lado.
Lo sujeté del cuello y lo hundí contra el suelo.
–¡Échate fuera!
–¡No quiero!
Forcejeamos, lo derribé, y con una rodilla en el pecho le hice la confesión:
–No te mato porque se lo prometí...
–¿A quién?
–A Lola.
–¿Entonces, me quería?
Era demasiada chulería. Pisé un poco más fuerte... La carne del pecho hacia el mismo ruido que si estuviera en el asador... Empezó a arrojar sangre por la boca. Cuando me levanté, se le fue la cabeza –sin fuerza– para un lado...




Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces sin querer. Se odia, se odia intensamente, ferozmente, y se abre la navaja, y con ella, descalzo, hasta la cama donde duerme el enemigo. Es de noche, pero por la ventana entra el claror de la luna; se ve bien. Sobre la cama está echado el muerto, el que va a ser el muerto. Uno lo mira, lo oye respirar; no se mueve, está quieto como si nada fuera a pasar. Como la alcoba es vieja, los muebles nos asustan con su crujir que puede despertarlo, que a lo mejor había de precipitar las puñaladas. El enemigo levanta un poco el embozo y se da la vuelta: sigue dormido. Su cuerpo abulta mucho; la ropa engaña. Uno se acerca cautelosamente; lo toca con la mano con cuidado. Está dormido, bien dormido; ni se había de enterar…


Pero no se puede matar así; es de asesinos. Y uno piensa volver sobre sus pasos, desandar lo ya andado... No: no es posible. Todo está muy pensado; en un instante, un corto instante y después...
Pero tampoco es posible volverse atrás. El día llegará y en el día no podríamos aguantar su mirada, esa mirada que en nosotros se clavará aun sin creerlo.
Habrá que huir; que huir lejos del pueblo, donde nadie nos conozca, donde podamos empezar a odiar con odios nuevos. El odio tarda años en incubar: uno ya no es un niño y cuando el odio crezca y nos ahogue los pulsos, nuestra vida se irá. El corazón no albergará más hiel y ya estos brazos, sin fuerza, caerán…
La colmena    Camilo José Cela





Tiempo de silencio  Martín Santos


     El monólogo interior es una técnica literaria con la que se reproduce en primera persona los pensamientos de un personaje, tal como brotarían de su conciencia.
Fragmento de Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín-Santos, en el que leemos las reflexiones de un personaje que intenta superar el miedo que le provoca el hecho de estar en la cárcel acusado de homicidio.
      Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar, fuera de los amigos que me tenían que estimar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que tenía que beber. Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. Tengo que estar aquí, en esta altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto, mejor que antes, más tranquilo, mucho más tranquilo. No caigas. No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar, tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, estoy muy bien así, no tengo nada que desear.
Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.

martes, 17 de marzo de 2015

El diario personal 1º ESO


        Aquí tienes algunos ejemplos sobre el Diario personal tomados de                         http://elarlequindehielo.obolog.es/

Zlata Filipovic

Zlata tenía 11 años cuando empezó a escribir este diario, en septiembre de 1991. Ella vivía entonces en el centro de Sarajevo, capital de Bosnia y su vida era como la de una niña normal. Le gustaba escuchar música, ver la televisión, leer libros, salir con sus amigas. Hasta que un día llegó la guerra y con ella el miedo, el hambre, la angustia, las bombas, el odio y la destrucción. Nadie debería pasar por esa terrible experiencia tan inhumana.
Te propongo que te pongas en su piel. Imagina que ella que es amiga tuya y que, a consecuencia de la guerra, no puedes verla. Cuéntanos cómo es tu amiga, cuáles son aficiones, sueños y deseos más íntimos. Después escríbele una carta. En ella debes mandarle todo tu apoyo, transmítele confianza, ánimo, el deseo de que todo se termine, de que la inútil guerra desaparezca para siempre.
Domingo, 6 de octubre de 1991
 Miro el Top-20 de MTV. Imposible acordarse de quién está clasificado en qué lugar. Me siento estupendamente porque me he comido una pizza cuatro estaciones con jamón, queso, Ketchup y champiñones. Estaba buenísima. (…) Sé todas las lecciones o sea que mañana puedo ir a la escuela más ancha que larga: no hay riesgo de sacar malas notas. Además merezco sacarlas buenas porque me he pasado todo el fin de semana repasando. Ni siquiera bajé al parque a jugar con las amigas. Estos días hace bueno, y solemos  jugar a la pelota, hablar y pasear. En resumen, nos divertimos.
 Sábado, 19 de octubre de 1991.
Ayer, día infame. Nos estábamos preparando para subir a Janorina – la montaña más bonita del mundo- para pasar el fin de semana. Cuando volví del colegio, encontré a mamá llorando y a papá de uniforme. Se me hizo un nudo en la garganta cuando papá me anunció que debía incorporarse a su unidad de reserva de policía, porque le habían movilizado. Me abracé a él sollozando, le supliqué que no se fuera, que se quedara con nosotros. Papá dijo que estaba obligado a hacerlo. Se fue, y mamá y yo nos quedamos solas. Mamá, que no dejaba de llorar, telefoneó a los amigos y a la familia. Al rato vinieron todos: Slobo, Doda, Keka, Braco – el hermano de mamá-, la tía Melica y no sé quién más (…) Keka me llevó a su casa para que pasara la noche con Martina y Matej. Cuando me desperté por la mañana, Keka me dijo que todo iba bien y que papá volvería al cabo de un par de días. Volví a casa (…) Se diría que todo va arreglarse. Papá tendrá que volver pasado mañana. ¡Gracias, Dios mío!
Miércoles, 23 de octubre de 1991
En Dubrovnik ha estallado la guerra. Terribles bombardeos. La gente está en refugios sin agua ni luz. El teléfono está cortado. En la tele se ven imágenes horribles. Papá y mamá están preocupados: no es posible que dejen destruir una ciudad tan magnífica. Le tienen un cariño especial. Fue allí (…) donde firmaron con una pluma de ganso el sí a su futura vida en común (…) Nos preocupamos por Srdjan, mi padrino –vive y trabaja en Dubrovnik, pero tiene a toda su familia en Sarajevo-, y también nos preocupamos por todos sus parientes (…) Intentamos comunicarnos con ellos a través de radioaficionados, sin conseguirlo. Bokica –la mujer de Srdjan- se desespera (…) dubrovnik está aislada del mundo.
Martes, 12 de noviembre de 1991
En Dubrovnik, las cosas van de mal en peor. A través de radioaficionados conseguimos enterarnos de que Srdjan está con vida y de que le va bien, lo mismo que a sus parientes. Lo que se ve en la tele es espantoso. La gente tiene hambre. Buscamos la manera de enviar un paquete a Srdjan. Probablemente (…) a través de Cáritas. Papá sigue prestando servicio en la reserva, vuelve a casa fatigado. ¿Cuándo terminará todo esto? Según papá, probablemente la semana próxima. Gracias, Dios mío.
Jueves, 19 de diciembre de 1991
En Sarajevo (…) ha comenzado la acción <<Ayuda de la Ciudad de Sarajevo a los Niños de Dubrovnik>>. Hemos metido en los paquetes para Srdjan un bonito paquete de Navidad para un niño desconocido de Drubovnik: caramelos, chocolate, una muñequita, libros, lapiceros, cuadernos… Todo lo que hemos podido encontrar, porque queríamos dar ánimo a un niño inocente que no puede ir a la escuela por culpa de la guerra, que no puede jugar, comer lo que le gusta y ser feliz, como deberían ser los niños.
Domingo, 5 de abril de 1992
Dear Mimmy, intento concentrarme en mi tarea, leer un libro, pero no lo consigo en absoluto. En la ciudad pasa algo. Se oyen disparos en la colina. Hay columnas de gente que llega de Dobrinja, para intentar parar algo: ni ellos mismos saben qué. Digamos simplemente que se presiente que algo va a pasar, que ya está pasando, una desgracia terrible. En la tele se ve gente delante de la Asamblea Nacional. En la radio emiten continuamente la canción Sarajevo, mi amor. Todo eso está muy bien, pero tengo continuos calambres en el estómago (…) Mimmy, tengo miedo de la guerra. Zlata.
Domingo, 12 de abril de 1992
Dear Mimmy, están lloviendo obuses sobre los barrios nuevos de la ciudad. Dobrinja, Mojmilo, Vojnicko, Polje. Todo ha sido destruido, o arde; los vecinos están allí, en los refugios. Aquí, en el centro, no ocurre nada.  Todo está en calma. La gente sale a la calle. Hoy ha hecho calor, un bonito día de primavera. También nosotros hemos salido. La calle Vasa Miskin estaba llena de gente, de niños. Parecía una manifestación por la paz. La gente ha salido para encontrarse, no quiere la guerra. Quieren vivir y divertirse como siempre lo han hecho. ¿No es normal? ¿Quién puede querer y desear la guerra? No hay nada más horrible (…) La gente vencerá. Ellos son los que tienen que vencer, no la guerra, porque la guerra no tiene nada de humano. La guerra es algo extraño al hombre. Zlata.
Martes, 16 de junio de 1992.
Dear Mimmy, ya no tenemos cristales (…) Por culpa de un estúpido obús que alcanzó de nuevo la joyería Zoka, frente a nuestra casa. En aquel momento yo estaba sola, arriba (…) De repente oí una violenta explosión y el estrépito de los cristales rotos. Me precipité hacia el pozo de la escalera, aterrorizada. Entonces vi a papá y mamá frente a nuestra puerta. Estaban sin aliento, lívidos; me agarraron y corrimos hacia el sótano, porque habitualmente los obuses caen seguidos. Cuando me di cuenta de lo que había pasado estallé en sollozos: temblaba como una hoja. Todo el mundo intentó consolarme, pero estaba muy, muy afectada. Sólo ahora empiezo a recuperarme (…) Me he salvado de milagro. (…) El horror ha sustituido a la vida. Quizá ese fuera que habría que dar en Sarajevo a la vida, porque se le parece mucho. Zlata, que te quiere.
Zlata Filipovic, Diario de Zlata.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Teatro posterior 1939. Material complementario


                 


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                  Teatro Español

           La Cubana

                                         Microteatro I   II





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lunes, 2 de marzo de 2015